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En recuerdo de Manolo

Manuel Sáez-Benito Jiménez*

Querido amigo Manolo:

Déjame que sea hoy yo quien te pida un minuto de tu tiempo para compartir contigo una serie de asuntos que nos han quedado pendientes de resolver. Un minuto que, como comprenderás, se convertirá en un espacio sin tiempo en el que, al final, también en esta ocasión estoy seguro de que terminaremos hablando de nuestra tierra, de esa tierra que tantas ilusiones nos hacía compartir.

Es tal la cantidad de sensaciones y recuerdos relacionados con tu persona que se me presentan en la memoria que me resulta difícil, más de lo que te pueda parecer y, en cualquier caso, más difícil de lo que nunca habría imaginado, establecer entre ellos el orden necesario que haga inteligible este escrito. Sensaciones y recuerdos que borbotan como fuente inagotable, como inagotable ha sido tu persona y tu forma de entender la vida. Has sido una gran persona y un gran amigo; y amigo de los de verdad, de esos dos o tres, a lo sumo, que vas conociendo y que son los únicos que merecen la pena.

Discúlpame y discúlpanos, por adelantado, si en ocasiones no hemos sabido estar a tu altura, a la altura de un hombre bueno en el sentido más pleno y puro que pueda tener esa palabra.

No es fácil decirte que te acabas de ir y ya ¡te estamos echando tanto de menos ...! A partir de las cinco de la mañana de este inolvidable 25 de abril se ha roto la cadena de la amabilidad, del cariño, de la amistad, de la familia, del servicio sin miramiento, del compartir, de la simpatía, de la entrega, del trabajo, de la afabilidad, del consuelo, de todas aquellos valores que representabas y que hacían que no hubiera ni tristeza ni dolor allá donde tú estuvieras. Ha venido la innombrable y, a traición, sin apenas darnos cuenta, te ha llevado sin remedio. Y tú, callando, como era tu costumbre, nos has dado una última muestra de cómo se debe hacer frente a esos los últimos momentos: nos acompañaste casi hasta el último día porque así quisiste hacerlo, porque tu fortaleza emanaba de tu interior con la misma frescura y el mismo vigor con el que nuestros dos ríos, el tuyo y el mío, el Alhama y el Linares, se abren camino por tu tierra y la mía.

Será difícil acostumbrarnos a que ya no volveremos a hablar contigo de tantos y tantos asuntos que compartíamos cada mañana y cada tarde. Nos será muy difícil no volver a escuchar tus consejos y tus sugerencias. El silencio se ha adueñado de nuestras gargantas y nuestros pensamientos se convierten en gritos de reproche hacia no se sabe muy bien qué o quién preguntándonos el por qué de tu ausencia. Algunas cosas se nos han quedado pendientes, pero otras muchas, casi todas, se nos han quedado plagadas de amistad, de cariño, de dedicación sin límites a los demás, de compartir sin estrecheces, en definitiva, de todo aquello que nos dabas a todos, todos y cada uno de los días que hemos tenido la suerte de compartir contigo y que representabas con tu sonrisa y dedicación de modo permanente.

Estoy seguro de que hoy una lágrima ha recorrido el rostro de tu Virgen del Villar. Una lágrima que hemos compartido todos los que te hemos acompañado en tu despedida. Una lágrima que estoy seguro ha sido compartida por otro querido igeano al que tú tanto querías y que hace un año escaso también nos dejó. Hoy, estoy seguro de que estaréis compartiendo ese trocito de cielo del que hablabas y que en tus momentos de dolor te hacían sentirte tranquilo y en paz.

Estoy seguro de que hoy tu valle y el mío, esos que nos han ocupado tantos y tan buenos momentos de recuerdos compartidos, han enmudecido. Porque cuando un hombre bueno como tú se va, la naturaleza acalla su griterío y la tristeza inunda cada uno de sus rincones, en señal de respeto y de expresión de su dolor. No te vamos a olvidar, Manolo, no podemos. Has dejado en nuestros corazones una huella tan grande que ni el tiempo, por mucho que sea, la va a poder borrar.

Que nada turbe tu paz, que ningún temor te asalte, porque el mismo cariño que hoy está presente contigo seguirá estándolo para con tu mujer y tus hijas. Que no te quepa ninguna duda. Que allá donde estés sigas siendo ejemplo de alegría, de paz y de amistad.

Hasta siempre, amigo Manolo.

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En Recuerdo De Manolo

Falleció el día 27-04-2010
en La Rioja


En recuerdo de Manolo

Manuel Sáez-Benito Jiménez*

Querido amigo Manolo:

Déjame que sea hoy yo quien te pida un minuto de tu tiempo para compartir contigo una serie de asuntos que nos han quedado pendientes de resolver. Un minuto que, como comprenderás, se convertirá en un espacio sin tiempo en el que, al final, también en esta ocasión estoy seguro de que terminaremos hablando de nuestra tierra, de esa tierra que tantas ilusiones nos hacía compartir.

Es tal la cantidad de sensaciones y recuerdos relacionados con tu persona que se me presentan en la memoria que me resulta difícil, más de lo que te pueda parecer y, en cualquier caso, más difícil de lo que nunca habría imaginado, establecer entre ellos el orden necesario que haga inteligible este escrito. Sensaciones y recuerdos que borbotan como fuente inagotable, como inagotable ha sido tu persona y tu forma de entender la vida. Has sido una gran persona y un gran amigo; y amigo de los de verdad, de esos dos o tres, a lo sumo, que vas conociendo y que son los únicos que merecen la pena.

Discúlpame y discúlpanos, por adelantado, si en ocasiones no hemos sabido estar a tu altura, a la altura de un hombre bueno en el sentido más pleno y puro que pueda tener esa palabra.

No es fácil decirte que te acabas de ir y ya ¡te estamos echando tanto de menos ...! A partir de las cinco de la mañana de este inolvidable 25 de abril se ha roto la cadena de la amabilidad, del cariño, de la amistad, de la familia, del servicio sin miramiento, del compartir, de la simpatía, de la entrega, del trabajo, de la afabilidad, del consuelo, de todas aquellos valores que representabas y que hacían que no hubiera ni tristeza ni dolor allá donde tú estuvieras. Ha venido la innombrable y, a traición, sin apenas darnos cuenta, te ha llevado sin remedio. Y tú, callando, como era tu costumbre, nos has dado una última muestra de cómo se debe hacer frente a esos los últimos momentos: nos acompañaste casi hasta el último día porque así quisiste hacerlo, porque tu fortaleza emanaba de tu interior con la misma frescura y el mismo vigor con el que nuestros dos ríos, el tuyo y el mío, el Alhama y el Linares, se abren camino por tu tierra y la mía.

Será difícil acostumbrarnos a que ya no volveremos a hablar contigo de tantos y tantos asuntos que compartíamos cada mañana y cada tarde. Nos será muy difícil no volver a escuchar tus consejos y tus sugerencias. El silencio se ha adueñado de nuestras gargantas y nuestros pensamientos se convierten en gritos de reproche hacia no se sabe muy bien qué o quién preguntándonos el por qué de tu ausencia. Algunas cosas se nos han quedado pendientes, pero otras muchas, casi todas, se nos han quedado plagadas de amistad, de cariño, de dedicación sin límites a los demás, de compartir sin estrecheces, en definitiva, de todo aquello que nos dabas a todos, todos y cada uno de los días que hemos tenido la suerte de compartir contigo y que representabas con tu sonrisa y dedicación de modo permanente.

Estoy seguro de que hoy una lágrima ha recorrido el rostro de tu Virgen del Villar. Una lágrima que hemos compartido todos los que te hemos acompañado en tu despedida. Una lágrima que estoy seguro ha sido compartida por otro querido igeano al que tú tanto querías y que hace un año escaso también nos dejó. Hoy, estoy seguro de que estaréis compartiendo ese trocito de cielo del que hablabas y que en tus momentos de dolor te hacían sentirte tranquilo y en paz.

Estoy seguro de que hoy tu valle y el mío, esos que nos han ocupado tantos y tan buenos momentos de recuerdos compartidos, han enmudecido. Porque cuando un hombre bueno como tú se va, la naturaleza acalla su griterío y la tristeza inunda cada uno de sus rincones, en señal de respeto y de expresión de su dolor. No te vamos a olvidar, Manolo, no podemos. Has dejado en nuestros corazones una huella tan grande que ni el tiempo, por mucho que sea, la va a poder borrar.

Que nada turbe tu paz, que ningún temor te asalte, porque el mismo cariño que hoy está presente contigo seguirá estándolo para con tu mujer y tus hijas. Que no te quepa ninguna duda. Que allá donde estés sigas siendo ejemplo de alegría, de paz y de amistad.

Hasta siempre, amigo Manolo.


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