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ObituarioDon Fernando, el hombre sabio

Fernando Fernández de Bobadilla y Ruiz, magistrado e historiador

Hay personas que se van de este mundo y dejan nuestra memoria sumergida en gestos amables, permanentes sonrisas, ilusión por los afanes compartidos, entusiasmos por tantos hallazgos y proyectos por desarrollar. Esa es la sensación que hoy tenemos por la ausencia de don Fernando Fernández de Bobadilla y Ruiz. Encomiable su permanente interés por la Historia de Arnedo, tanto, que cualquier nuevo dato por mínimo que fuera, le parecía extraordinario; siempre era ésa la pieza que él necesitaba para completar el puzzle de su estudio, ya fuera sobre apicultura, comedias y comediantes del siglo XVII, obras de arquitectura, escultura, retablos, ermitas, oratorios, sociología de un tiempo olvidado, calles o caminos de su querido Arnedo.

Conocimos a don Fernando a principios de los años 90, al instante tuvimos la percepción de que nos había adoptado. Desde Benidorm siguió con interés nuestras investigaciones y sus puntuales encargos que, a decir verdad, siempre tratamos de cumplir con diligencia. Localizamos bajo sus instrucciones valiosos documentos en uno u otro archivo, recorrimos algunos caminos intransitables en busca de pistas fiables sobre las bodegas y un convento en mitad del campo de La Noguera, hoy gratamente recuperados, y que él recordaba aún con tanta nitidez. Por todo esto no sorprendió a nadie en aquel entrañable acto de homenaje que le rindió su ciudad de Arnedo en 1997, poniendo su nombre a una de sus calles con el acompañamiento de la banda municipal, que con su distintiva naturalidad agradeciera nuestra mínima colaboración comparándola con los chorizos que le llevaban sus paisanos cuando iban a visitarle a Benidorm. En la sobremesa explicaba a los presentes que cuando iban sus paisanos a un determinado parque porque sabían que allí le encontrarían cada tarde, cada cual le llevaba algo de su tierra, que recibía con emoción: «Minerva y Pilar me regalan un sinfín de documentos antiguos, así que para mí son como los chorizos o fardelejos que otros me lleváis, los recibo de igual forma, y con el mismo valor». Y es que las personas sabias es lo que tienen: un don especial que les acompaña siempre. La sencillez de su palabra y contagioso sentido del humor provocan, con su naturalidad, la espontánea risa, es decir, la primera de las cuatro virtudes de la mocedad como nos refería Ortega y que poseía sin duda don Fernando: La risa, el amor, la amistad y el entusiasmo.

Se nos fue este hombre sabio el pasado 9 de julio, tras una larga vida ocupada en mil causas nobles. Ejerció con orgullo y honor su profesión como miembro de la judicatura -magistrado de la Audiencia Territorial de Valencia- y dedicó su tiempo libre a su pasión por la historia de Arnedo, la naturaleza, el arte, la música. Muy diversos fueron los temas que ocuparon su atención, de todos ellos siempre tenía materiales para añadir, sabias reflexiones que aportar, conferencias por impartir. Bien cierto es que la salud nunca le acompañó, y a pesar de sus dificultades de visión (que atribuía al castigo infringido por la Virgen de Vico, por desvestir la imagen, junto con otro compañero y amigo, allá por los años 60 del siglo XX) con mil y un novedosos artilugios seguía leyendo, escribiendo y transmitiendo su entusiasmo por el placer de aprender. Nos deja preparados para los años por venir muchos de sus estudios, que seguiremos disfrutando en esa cita anual puntualmente programada con sus paisanos, para cada festividad de San Cosme y San Damián, quizá para que no se cumplieran en él los versos de Ángel González: «si tú me olvidas, quedaré muerto sin que nadie lo sepa.».

Minerva Sáenz Rodríguez

y Mª Pilar Salas Franco

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Obituariodon Fernando, El Hombre Sabio

Falleció el día 11-07-2010
en La Rioja


ObituarioDon Fernando, el hombre sabio

Fernando Fernández de Bobadilla y Ruiz, magistrado e historiador

Hay personas que se van de este mundo y dejan nuestra memoria sumergida en gestos amables, permanentes sonrisas, ilusión por los afanes compartidos, entusiasmos por tantos hallazgos y proyectos por desarrollar. Esa es la sensación que hoy tenemos por la ausencia de don Fernando Fernández de Bobadilla y Ruiz. Encomiable su permanente interés por la Historia de Arnedo, tanto, que cualquier nuevo dato por mínimo que fuera, le parecía extraordinario; siempre era ésa la pieza que él necesitaba para completar el puzzle de su estudio, ya fuera sobre apicultura, comedias y comediantes del siglo XVII, obras de arquitectura, escultura, retablos, ermitas, oratorios, sociología de un tiempo olvidado, calles o caminos de su querido Arnedo.

Conocimos a don Fernando a principios de los años 90, al instante tuvimos la percepción de que nos había adoptado. Desde Benidorm siguió con interés nuestras investigaciones y sus puntuales encargos que, a decir verdad, siempre tratamos de cumplir con diligencia. Localizamos bajo sus instrucciones valiosos documentos en uno u otro archivo, recorrimos algunos caminos intransitables en busca de pistas fiables sobre las bodegas y un convento en mitad del campo de La Noguera, hoy gratamente recuperados, y que él recordaba aún con tanta nitidez. Por todo esto no sorprendió a nadie en aquel entrañable acto de homenaje que le rindió su ciudad de Arnedo en 1997, poniendo su nombre a una de sus calles con el acompañamiento de la banda municipal, que con su distintiva naturalidad agradeciera nuestra mínima colaboración comparándola con los chorizos que le llevaban sus paisanos cuando iban a visitarle a Benidorm. En la sobremesa explicaba a los presentes que cuando iban sus paisanos a un determinado parque porque sabían que allí le encontrarían cada tarde, cada cual le llevaba algo de su tierra, que recibía con emoción: «Minerva y Pilar me regalan un sinfín de documentos antiguos, así que para mí son como los chorizos o fardelejos que otros me lleváis, los recibo de igual forma, y con el mismo valor». Y es que las personas sabias es lo que tienen: un don especial que les acompaña siempre. La sencillez de su palabra y contagioso sentido del humor provocan, con su naturalidad, la espontánea risa, es decir, la primera de las cuatro virtudes de la mocedad como nos refería Ortega y que poseía sin duda don Fernando: La risa, el amor, la amistad y el entusiasmo.

Se nos fue este hombre sabio el pasado 9 de julio, tras una larga vida ocupada en mil causas nobles. Ejerció con orgullo y honor su profesión como miembro de la judicatura -magistrado de la Audiencia Territorial de Valencia- y dedicó su tiempo libre a su pasión por la historia de Arnedo, la naturaleza, el arte, la música. Muy diversos fueron los temas que ocuparon su atención, de todos ellos siempre tenía materiales para añadir, sabias reflexiones que aportar, conferencias por impartir. Bien cierto es que la salud nunca le acompañó, y a pesar de sus dificultades de visión (que atribuía al castigo infringido por la Virgen de Vico, por desvestir la imagen, junto con otro compañero y amigo, allá por los años 60 del siglo XX) con mil y un novedosos artilugios seguía leyendo, escribiendo y transmitiendo su entusiasmo por el placer de aprender. Nos deja preparados para los años por venir muchos de sus estudios, que seguiremos disfrutando en esa cita anual puntualmente programada con sus paisanos, para cada festividad de San Cosme y San Damián, quizá para que no se cumplieran en él los versos de Ángel González: «si tú me olvidas, quedaré muerto sin que nadie lo sepa.».

Minerva Sáenz Rodríguez

y Mª Pilar Salas Franco


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Así era mi padre.

03-03-2018